jueves, 27 de agosto de 2015

¡Ding, dong!



He estado intentando ponerme a mí misma en situaciones que antes no podía controlar o que me hacían sufrir para comprobar si de verdad avanzo en esto del camino hacia la felicidad, o son solo pamplinas y sigo siendo una quinceañera histérica.

En este proceso, he conseguido un trabajo que exige visitar un gran número de puertas cada día. La mayoría de las veces las puertas no se inmutan. Otras veces oigo ruiditos detrás pero la puerta no se abre. Alguna vez se abre y la persona que aparece al otro lado es amable. Muchas más veces de las que me podría haber imaginado, la persona al otro lado está harta de la vida y parece haber estado acumulando su rabia durante años para poder desahogarse conmigo.

A nadie le gusta recibir un portazo que le despeine el flequillo, y menos todavía insultos o amenazas. Además, la mayoría de mis compañeros tienen este trabajo porque es el único que pudieron encontrar. Todos (menos el Gobierno, según las noticias) sabemos cómo está el mercado laboral en nuestro país. Algunos son universitarios, otros no, pero todos son simpáticos, educados y buena gente. Sin embargo a todos nos faltan al respeto repetidas veces, todos los días, gratuitamente.

Poniendo a prueba mi filosofía de "no juzgues, observa", cuando vivo una de estas situaciones desagradables, descarto los pensamientos del tipo "esto está mal", "debería saber que solo estoy trabajando", "voy a volver y le voy a mear el felpudo". Una vez desechados, solo quedan los pensamientos como "pobrecita señora, debe de estar muy muy amargada para gritarle así a un desconocido", y me voy sonriendo y sintiéndome agradecida por no tener bilis por sangre.

Al margen de la moraleja espiritual, que podéis aplicar o no, os pido por favor que seáis un poquito más majos si suena vuestro timbre. No seáis como yo, no tengáis que tocar cientos de puertas para aprender lo rentable que sale la amabilidad.

martes, 25 de agosto de 2015

lunes, 24 de agosto de 2015

Se llama ansiedad



Siempre clasificamos y etiquetamos todo lo que nos rodea. Ponemos nombre a las personas, a los lugares, a la comida, a las emociones y a los sucesos en general. Ponemos nombre a la gente. Este es un viejo, esta es una chica, este es un perroflauta. Y esperamos que actúen según lo que pone la etiqueta porque así sabemos cómo comportarnos con ellos. Como si fueran ropa. 100% algodón. Lavar del revés. No usar lejía.

Las etiquetas pueden resultar molestas, pero en ocasiones son útiles. Por ejemplo, ponemos nombre al catarro y así entendemos de dónde vienen todos esos mocos, la fiebre y el malestar. Identificamos los síntomas, comprendemos lo que ocurre y aprendemos a evitarlo o a actuar en consecuencia.

Yo solía sentir un malestar que no identificaba. Un malestar interno difícil de explicar que me hacía sentir lo que podríamos llamar tristeza, frustración, rabia, inquietud.. Al principio me lo ponía difícil para disfrutar de la vida, luego me quitaba las ganas de dormir, después de levantarme, y al final ya incluso de respirar.

Todo el tiempo que no le puse nombre a esa sensación, que la negué y no la compartí ni la intenté entender, no hizo más que crecer y crecer hasta que casi me come. Pero cuesta reconocer algo así porque está muy mal visto. Tiene gracia, yo diría que es tan común como todas las otras cosas que también están mal vistas.. defecar, la masturbación, sacarse los mocos..

Todo el mundo experimenta estas cosas en algún momento de la vida. Algunos nunca hablan de ello porque se avergüenzan, porque tenemos unas ganas enormes de encajar en una imagen construida por no se sabe quién, que se aleja mucho de lo que en realidad somos.

Cuando veo a alguien llamar loco a otra persona, me parece lo mismo que ver a un párvulo reírse de otro por mearse en la cama. Humillar a los demás hace que parezca que nosotros somos inmunes a la caída. Pero no.

lunes, 17 de agosto de 2015

Para todos los públicos



Todos decimos lo mucho que apreciamos la sinceridad.
Y esa es la mentira piadosa más grande de todas.
Queda bonito decir que somos honestos.
Que sabemos encajar las verdades.
Que no nos gusta mentir ni que nos mientan.

Pero luego vemos un pezón en Facebook


y hacemos clic en Denunciar foto



porque no toleramos la realidad




especialmente si de nosotros mismos se trata.

domingo, 16 de agosto de 2015

El camino más largo



En algunos momentos me siento como un animal que da varias vueltas sobre sí mismo antes de tumbarse. No sé cuántas vueltas llevo ya, pero estoy cansada y empiezo a marearme. Parece que siempre queda otra esquina que doblar para llegar a mi destino.

Una vez me dijo un hombre que conocí que nunca había visto a nadie que sufriera tanto como yo. No es que me pasen cosas peores que al resto de la gente, pero parece que me fabricaron así, con cierta habilidad para el dolor.

En fin, que me complico yo sola, que enredo el agua, caigo para arriba y no me reflejo en los espejos. Puedo oler un perro mojado a doscientos metros, pero tengo que acercarme mucho para oler las flores.

De verdad.

miércoles, 12 de agosto de 2015

Retrato de familia


Aquí me acompañan Lía, Chus, Nel, Mauro, Alba, Carlos, Marta y Macario con algunos de sus libros favoritos.

martes, 11 de agosto de 2015

lunes, 10 de agosto de 2015

Ganar tiempo


Un día sin hacer fotos
ni escribir
ni cocinar
ni reír
es un día perdido.

domingo, 9 de agosto de 2015

¿Te ayudo?


Siempre me ayudas.
Y no creo que haya sido yo la que te crió para ser bueno.
Creo que naciste así.
Sonrío solo con ver esa cara peluda que tienes.
Gracias.

viernes, 7 de agosto de 2015

Comer con las manos



A veces me miras de una forma muy rara. Juraría que me despiezas mentalmente, reduciéndome a formas geométricas.

Entonces una mano tuya roza mi rodilla y compruebas que no soy simplificable. Que estoy hecha para tocar, no para mirar. Para sentir, no para entender.

No tardarás demasiados segundos en colmar tus manos de puñados de mis piernas.
Y llenarte la boca con ellos.

jueves, 6 de agosto de 2015

Lárgate a Bali


Si vuelvo a ver esa cara
con ese gesto de mierda..
si vuelvo a verla y no cambia
y sigue encerrándose en sí misma,
tan estática, anclada, podrida.
Esa cara con esa boca por la que solo sale basura
afilada, cruel, veneno puro.
Creo que voy a vomitar.

Lárgate a Bali
y no vuelvas más.
O quédate,
pero habrá que compartir ciudad,
por eso te pido
que me cedas aire.
Que crezcas un poco
y me olvides.

Haz como si nada,
como si no te hubiera querido.
Porque, siendo sincera,
creo que nunca quise a nadie,
ni siquiera a mí misma,
mucho menos a ti.

No me mires cuando me veas
después de mirarme tanto
y nunca llegar a verme.

martes, 4 de agosto de 2015

Ojalá



Ojalá pudiera hacer fotos con olor.
Y no hubiera nudos que no supiera desenredar.

Ojalá..

lunes, 3 de agosto de 2015

Mano a mano



La gente me pone nerviosa.
No todos, ni todo el rato, pero me cuesta soportar a la gente.
Así que, cuando te diga que me sacas de quicio, seguramente sea verdad, pero no te lo tomes muy a pecho, ¿vale?