lunes, 25 de agosto de 2014

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Todas las veces que alguien me ha preguntado por qué no me hago un tatuaje, siempre he respondido lo mismo:

Si me hubiera tatuado con 16 años alguna de las ideas que entonces creía que eran verdades universales, o alguno de los sentimientos que creía que durarían siempre, ahora esa mancha de tinta no haría más que recordarme mi estupidez pasada. No hay ninguna razón para pensar que mis ideas de ahora no vayan a parecer absurdas en un futuro no demasiado lejano.

O no la había.

Hay pocas cosas que sean inmunes al paso del tiempo. Dada la fugacidad de la vida, ninguna lo es. Y eso está bien así. De hecho, las estrellas más bonitas son las fugaces. Pero incluso dentro del pequeño paréntesis de nuestra existencia, hay muy pocas cosas que duren para siempre. Sin embargo, de una manera u otra, poco a poco todos vamos encontrando axiomas que permanecen.

El presente permanece, así que dentro de la inestabilidad, el flujo de cambios puede considerarse una constante. El proceso eterno de quitar lo que sobra y buscar lo que falta.

La vida se reduce a una sucesión de decisiones irreversibles, acertadas o no. Solo hay que alejarse de quien no te quiere y acercarse a quien te hace feliz. Y aunque haya que saber ser feliz solo, si tienes suerte encontrarás otra naranja (completa) a la que contárselo.

Ahora, que venga algún valiente y me diga qué dura más o qué vale más la pena que el amor. Y no hablo de hormonas ni de euforia pasajera. Hablo de bienestar, de felicidad compartida.

jueves, 21 de agosto de 2014

Por primera vez.



Razona en la ducha.

En realidad razona todo el día, pero los instantes bajo el agua caliente suelen ser más serenos y edificantes. Los pensamientos suelen aparecer inesperadamente, enredados, mientras se desviste. Entra en la ducha, abre el grifo y entonces la calma le cae sobre la cabeza, la empapa, aclara sus ideas y luego resbala por su cuerpo y se cuela por el desagüe. Esto hace que tras una buena ducha se sienta limpia por dentro, no solo por fuera.

Lo curioso es que se ducha muy rápido. Tal vez si se duchase despacio no se relajaría tanto. O a lo mejor se relajaría más. O puede que se relajase tanto que su cerebro implosionaría y se le saldría, parcialmente licuado, con algún grumo, por cada uno de los orificios de la cabeza.

...

Hace dos o tres duchas, el pensamiento que la abordó fue "hace mucho tiempo que no hago nada por primera vez, que no vivo una experiencia nueva, que no conozco a nadie, que no visito ningún lugar desconocido". No fue un pensamiento negativo, ni de autocrítica, solo se dio cuenta.

"Ya no tengo edad para emborracharme por primera vez", se burló. El agua empezó a caer.

Al margen de las experiencias superficiales, la novedad había desaparecido casi por completo también en sus decisiones personales: hacía siempre lo mismo, llevaba años haciendo siempre lo mismo. Por un momento se asombró de no haber perdido por el camino las ganas de seguir haciendo siempre lo mismo.

Y mientras se mojaba y los pensamientos confusos se iban con la corriente, solo uno permanecía..

Esta vez saldrá bien.

Por primera vez.

sábado, 16 de agosto de 2014

Siempre es ahora.



Soy un gato en tensión antes de dar un salto.

Una catapulta lista para disparar.

Un muelle fuera de su posición de equilibrio.

Tic.

Tac.

Ya no me acuesto por las noches pensando "mañana, otro día más".

Ahora pienso "mañana, otro día menos".


viernes, 15 de agosto de 2014

More.



Estos son mis propósitos de Año Mediado:

Dormir menos, soñar más.
Hablar menos, cantar más.
Ver menos, creer más.
Pensar menos, hacer más.
Juzgar menos, perdonar más.
Temer menos, amar más.

Ya noto cómo mis dos mitades empiezan a acoplarse para formar un solo cuerpo completamente funcional.

Bien.