martes, 2 de noviembre de 2021

Luz de gas



Llevaba un par de semanas sintiendo que estaba loca. Que su noción de la realidad estaba desviada y de alguna manera había inventado un mundo que no se correspondía con lo que en realidad había pasado.

Hasta que la otra noche se acostó y no podía dormir. Nada fuera de lo habitual, pero esta vez no era autocrítica lo que la mantenía en vela, sino un recuerdo, o el atisbo de un recuerdo al que no conseguía sacudirle el polvo.

Había llegado a creerse que sus propias ganas de conectar con otra persona habían intoxicado su percepción. Después de tantos pequeños ladrillos que habían ido construyendo un muro azul granítico, ni siquiera recordaba a qué se aferraba, y lo achacaba todo a algún tipo de trastorno patológico, inherente a ella, del que jamás se podría liberar.

Ahogada por la frustración que intoxicaba el aire fuera de la cama, estiró el edredón sobre su cabeza, abrazó la almohada y respiró. Entonces olió el Mimosín. Olía igual que su tía Prisca, aquella mujer guapa, alegre y cariñosa que de cuando en cuando alegraba los fines de semana con sus visitas, en las que siempre traía algún tesoro de Oviedo. Hay que señalar que, por aquel entonces, Oviedo era una exótica gran ciudad.

Este recuerdo cálido lubricó sus neuronas y de repente muchos recuerdos, que habían sido ninguneados por las incoherencias del pasado más reciente, salieron de golpe como sale el pegamento del tubo cuando el orificio se ha quedado reseco.

Recordó aquella vulnerabilidad tan valiente, las conversaciones, las risas, y las siestas en el sofá. Recordó los motivos sólidos por los que había llegado a sentir lo que sentía, y por fin afloró el maldito recuerdo que no la dejaba dormir.

- Tengo miedo.

- ¿De qué?

- De esto.

- ...

- Siento que estoy mejor contigo que sin ti, y me da miedo.

- Pero de eso se trata, ¿no? De dejar entrar en tu vida únicamente a las personas que te hacen sentir mejor con ellas que solo.

- ¿Me puedo quedar a desayunar?

- Claro.

De repente la tristeza se convirtió en calma. Encendió una luz suave y, por fin con sueño, apuntó en la libreta que vive en la mesita de noche "estoy mejor, qué miedo", por si al despertarse había olvidado de nuevo que no estaba loca.

2 comentarios:

  1. En momentos de indecisión, contar con la guía de un coach puede ser de gran ayuda. Su experiencia y enfoque te ayudarán a explorar tus opciones, tomar decisiones conscientes y avanzar hacia tus metas con confianza y claridad. No tengas miedo de pedir ayuda y dar el paso hacia una vida más satisfactoria.

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