miércoles, 30 de octubre de 2013
Los pies en el suelo.
A veces sueño que vuelo.
Siempre suele ocurrir de la misma forma. Voy caminando por el escenario de mi sueño y empiezo a correr muy despacio, alargando los pasos cada vez más, hasta que me doy cuenta de que no necesito posar los pies.
Como si la gravedad fuese un límite autoimpuesto y me hubiese liberado de él. Como si fuese capaz de librarme de cualquier cosa.
Como si fuese capaz, repentinamente, de ponerme a tocar el saxo o hablar chino con soltura. De abandonar el suelo, dejar que mi cuerpo de carne quede hueco, cerámico y estático anclado en la superficie y evaporarme hacia arriba, hacia la inmensidad. Capaz de cualquier cosa.
Como si nunca hubiese habido suelo y de pronto recordase que lo llevaba inventando toda la vida.
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Lo que dejo atrás
ResponderEliminarLo que cae en el olvido
Lo que sueño cuando vuelo
Lo que descubro...
que nunca ha habido
Me ha encantado la fotografía.
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