Entonces me giré del todo y la vi. La señora que había pegada a la mano era aún más oscura y más arrugada que la propia mano. Me miró con sorpresa, sonrió enseñando sus pocos dientes y se fue.
Habrá quien después de leer esto se piense que soy una impresentable, pero yo no lo veo así. Todos damos algo a cambio de otra cosa. Esa mujer vive probablemente de dar lástima a los demás, un poco de lástima a cambio de unas pocas monedas con las que comprar comida para llegar a mañana. Y así día tras día.
Pero ayer no, ayer se dio un capricho: se gastó una moneda en una sonrisa.
Prima, me has puesto los pelos de punta... No sólo de pan vive el hombre.
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